PEDRO DE SAN JOSE DE BETANCUR

(1626-1667)

      Nació en 1626, en un lugar de la isla de Tenerife, la mayor de las Canarias, llamado Chasna y Villaflor.

      La niñez y la juventud de Pedro estuvieron rodeadas de un traumatizante espíritu religioso que influyó hondamente durante el resto de su vida. Después de ejecutar trabajos pastoriles en Chasna, Pedro decidió embarcarse para América. El 18 de septiembre de 1649 salió de su patria hacia La Habana; allí se dedicó a tejedor. El 18 de febrero de 1651 llegó a Guatemala sumamente enfermo y buscó asilo en el hospital de San Juan de Dios.

      En dicho hospital conoció a Juan de Uceda, quien asistía a los enfermos más pobres y les dotaba de comida y abrigo, Pedro hizo amistad con él y logro por su medio, entrar al convento de San Francisco. Pero su poca formación y su escasa cultura le hicieron fracasar en sus estudios. Sin embargo, el 11 de enero de 1665 vistió el hábito de la tercera orden franciscana ante el bachiller Pedro de Estrada, secretario de dicha congregación.

      Durante su vida en Guatemala se dedicó a visitar hospitales y cárceles. Además pedía limosna para mantener con luz las lámparas de la iglesia. Pasado el tiempo se dió a la tarea de construir un asilo para convalecientes, para lo cual aprovechó una pequeña casa de paja cercana a la capilla de la Santa Cruz, que compró por la suma de cuarenta pesos. Así nació el hospital de Belén y una nueva orden religiosa que se llamó de los Bethlemitas Hospitalarios, que fue posteriormente asilo sólo para hombres. En poco tiempo erigió una sala para enfermería con suficientes camas y ropas. Después construyó un oratorio y varias celdas para refugio de forasteros.

      Todas las noches, Pedro salía de su hospital tocando una campanilla, en búsqueda de enfermos. En las esquinas se paraba a recitar su bien conocida estrofa:

Acordaos hermanos que un alma tenemos y si la perdemos, no la recobramos.

      El 25 de abril murió en la ciudad de Guatemala. Su tumba está ubicada en la iglesia de San Francisco en la Antigua Guatemala. Entre las personas católicas se le ha considerado autor de varios milagros. La Santa Sede ha solicitado su canonización como santo de la iglesia católica.







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